Historia de la Reina Pepiada según Tulio Núñez Perdomo
Redacción Web
9 de julio de 2022
Historia de la Reina Pepiada según Tulio Núñez Perdomo
  Publicado originalmente por Tulio Núñez Perdomo en varias ediciones del diario “El tiempo” de Trujillo.
  Es la arepa más famosa del país. Su receta original dice que es una
 tostada rellena de pollo guisado y luego horneado, acompañado de lonjas
  de aguacate y granos de petit pois.
  Actualmente, los establecimientos la rellenan con ensalada de gallina,
  mayonesa y aguacate.
  Su creador aún está vivo, se llama Heriberto Álvarez, tiene 83 años y es
  nativo de Las Araujas, una población del estado Trujillo.  ‘La autoría de
  la Reina Pepiada no es sólo mía sino también de mis seis hermanos ya
  fallecidos y, por supuesto, de mi ingeniosa madre: María de los Santos
  Álvarez, que en paz descanse.
  Todo comenzó cuando mi papá murió, estando nosotros muy jóvenes. Mi mamá
  nos trasladó desde Trujillo para Caracas en un camión de estacas. Nos
  instalamos en la Esquina de Cola e’ Pato, en El Guarataro. Allí montamos
  un negocio de empanadas. Se hicieron tan famosas que la gente se venía
  desde El Paraíso, expresamente, a probarlas.
  Como nos fue tan bien pudimos abrir otro local de Maderero a Bucare,
  cerca de la Plaza Miranda. Mis hermanos y yo le pusimos El Chance. Fue
  allí donde vendimos las primeras tostadas. Nuestro primer cliente se
  acercó a las 8:30 de la mañana, en octubre del año 49. Nos preguntó:
  ‘Muchachos, ¿qué es eso de tostadas?’. Le explicamos que así se le decía
  a la arepa rellenita en Trujillo. Pidió una de queso de mano y se la
  devoró gustosamente. En ese momento se llamaba Alfredo Sánchez, vivía a
  una cuadra del negocio y era un aficionado al canto. Después se convirtió
  en Alfredo Sadel. Imagínese qué suerte nos dio ese señor de ser el
  primero que se comiera una de nuestras arepas’.
  El origen del nombre
  Con el tiempo fuimos creciendo y, en el año 55, abrimos Los Hermanos
  Álvarez en La Gran Avenida, la que comunica Plaza Venezuela con Sabana
  Grande. Estábamos en un punto estratégico, porque teníamos al lado la
  hermosa floristería de las hermanas Belloso y un negocio muy visitado que
  se llamaba Todo París. Nuestros clientes fijos eran Aquiles Nazoa, Oscar
  Yanes, Billo Frómeta y Abelardo Raidi, entre otros. Ese mismo año, la
  señorita Susana Duijm ganó el Miss Mundo. Para rendirle homenaje,
  vestimos de reina a una de nuestras sobrinas, que tenía apenas 12 años.
  La sentamos como en un altarcito para que la gente la viera en el
  establecimiento. Entonces pasó un señor y nos preguntó por qué teníamos a
  esa niña allí. Le explicamos que era un homenaje a la nueva soberana de
  la belleza. Nos dijo: ‘¡Pero si yo soy el papá de Susana! Se las voy a
  traer para acá’. Y así fue. Un viernes, como a las 10:00 de la noche, se
  apareció la señorita Susana con su papá. Yo le di una tostada en sus
  manos y le dije: ‘Mire, esta tostadita se la preparó mi mamá
  especialmente y se va a llamar La Reina, así como lo es usted’. Ella me
  dijo: ‘Muchas gracias, mijo’, y se la comió con un juguito. Y como en esa
  época, a las mujeres de buenas curvas, así como Susana, se les llamaba
  ‘pepiadas’, le pusimos ese apellido a la arepa. Mantuvimos el negocio
  hasta el año 68.  Otro que nos promocionó incondicionalmente fue Renny
  Ottolina. ¡Cómo se portó ese señor con nosotros!’.
  Sobre la preparación original
  ‘Se amasaba muy bien la mezcla y se le incorporaba una cucharadita de
  mantequilla. En aquella época se conseguía la marca Alfa, que era muy
  buena y salía barata. Así, la masa adquiría una textura más flexible y
  perdurable. Una vez que se les daba forma, las arepas iban al budare por
  cinco minutos, luego al fogón hasta que se les levantaba la conchita, lo
  cual indicaba que estaban listas. El relleno, originalmente, es un pollo
  macerado: mi mamá primero lo sancochaba y le ponía bastante aliño y lo
  dejaba hasta el día siguiente en la nevera. Después lo horneaba y
  posteriormente era que le sacaba las lonjitas para rellenar la arepa. Una
  ocurrencia de ella fue ponerle mayonesa y aguacate. Y como en el negocio teníamos
  petit pois, porque a la gente le encantaba, entonces se los añadimos a la
  mezcla
  Después de La Reina vino otra arepa que también se hizo famosa. Era La
  Multisápida. La llamamos así, porque Rómulo Betancourt hablaba, en navidad de los
  años sesenta de que la familia venezolana disfrutarian ese fin de año de las
  multisàpidas hallacas. Queríamos hacer  alusión a algo que estaba sobre el tapete, asì
  que creamos nuestra multisàpida, la cualtenía un poquito de queso, otro poquito de chicharrón,
  otro de pollo… Bien bonita, eso sí… No menos famosa fue La Prohibitiva. Era una tostada rellena
 de caviar, un invento de uno de mis hermanos, haciendo gala de estrategia de ventas.
  La Reina costaba un bolívar y la gente se quejaba de que era muy cara, ya
  que las demás no pasaban de real y medio o real y cuartillo… Entonces
  pusimos La Prohibitiva a 27 bolívares para que La Reina luciera mucho más
  barata. Pero el venezolano siempre ha sido muy pantallero.
  Nunca faltaba alguno que llegara y dijera a todo gañote: ‘¡Álvarez, dame
  una prohibitiva!’, y en secreto te susurraba: ‘de queso de mano’. Todo
  era para aparentar que podían pagar una cosa que nunca se vendió.
  Otro de nuestros productos principales lo llamamos ‘Sistema Nervioso’. No
  era más que el mondongo. Le pusimos así por un borrachito maracucho que
  siempre nos visitaba y pedía: ‘Dame un nervioso’. Según él, era lo único
  que le quitaba el malestar. Pero el cliente, quizás, más importante que
  tuvimos fue el señor Luis Caballero Mejías.
  Una noche se presentó con una bolsita de harina y nos dijo: ‘Muchachos yo
  preparé esta mezcla a ver si las arepas me quedan igual a las de
  ustedes’. Nos pidió que la probáramos y nos explicó que eran dos kilos de
  maíz, primero sancochados, luego molidos y posteriormente secados. Nos
  fue muy bien con esa mezcla. Y cómo no, si lo que nos estaba dando era la
  fórmula de la harina pan. Un día se presentó un señor llamado Lorenzo
  Mendoza (POLAR) y le compró la receta. Lo demás es historia’.

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