“Reduflación” es un término que comenzó a ser utilizado en la década de 2010. Tiene su origen en la expresión en inglés “shrinkflation”, una combinación de las palabras “shrink”, que significa reducción, y “flation”, que se refiere a la inflación. La palabra se usa para describir el proceso por el cual, se reduce el tamaño o cantidad de los productos que se venden al consumidor, mientras que su precio se mantiene o aumenta.
Así lo explicó el economista, docente e investigador, Aarón Olmos. “También se le conoce como inflación silenciosa o invisible. Básicamente consiste en el proceso en el cual las empresas comienzan a disminuir o reducir el tamaño de sus presentaciones en los productos; los miligramos los litros, los centímetros, inclusive. Por ejemplo, una persona ha comprado una bebida carbonatada de 2 litros a un precio y resulta que ahora la empresa la vende de litro y medio, al mismo precio (…) Esto también es un indicador de la situación compleja por la que están atravesando algunas empresas para mantener los costos de las canastas de bienes y servicios”, indicó.
Tras la crisis económica mundial como consecuencia de la pandemia por Covid-19, la reduflación comenzó a ser más recurrente en EE.UU., países de Europa y Latinoamérica. Venezuela no escapa de ello. En Francia es común ver que reconocidas marcas de supermercados, como Carrefour, colocan avisos en sus estantes para advertir a sus compradores sobre la modificación en la presentación del producto.
Frente a este fenómeno, la primera ministra de ese país, Élisabeth Borne, anunció que dicha práctica quedará prohibida desde noviembre. “Vamos a prohibirla. Desde noviembre, todos los productos sujetos a cambios de cantidad tendrán que señalarlo en las etiquetas para no engañar más al consumidor”, dijo.
Por su parte, los grupos de protección al consumidor en Europa dicen que la práctica de la “reduflación” está generalizada. Es legal siempre y cuando se comunique de manera correcta y explícita el contenido del producto que se pone a la venta; sin embargo, para algunos especialistas no es del todo transparente, ya que busca mantener el margen de beneficio del productor, sin asumir la pérdida de competitividad. Olmos coincide con ese planteamiento.
“El tema con esto es que en vez de la empresa mantener las mismas características del bien e incrementar los precios por costos de producción, tratan en lo posible de mantener el mismo precio por una presentación menor, pero esta es una forma para las personas y los gobiernos de los países es una forma encubierta de engaño, porque efectivamente no se le está dando al consumidor lo que originalmente recibían”, agregó.
Tomando en cuenta la realidad de la economía venezolana, el especialista apuntó que si bien la reduflación no debería tener incidencia en la calidad del producto que se ofrece al consumidor, no hay garantía de que ese precepto se cumpla. “Puede que la calidad no sea la misma porque los materiales o materias primas ya no son iguales, así que en un país como Venezuela se hace más complejo porque las pocas empresas que todavía siguen produciendo bienes y servicios están sujetas a una gran cantidad de situaciones y distorsiones bien complejas”, subrayó.
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