Escrito por Lorena Bornacelly
En un rinconcito andino llamado San José de Bolívar vive Juan Vicente Pérez Mora, un hombre que dedicó su vida al campo y a su familia.
Juan Vicente Pérez Mora nació en El Cobre, municipio José María Vargas, Táchira, el 27 de mayo de 1909. Es hijo de Edelmira Mora y Euquitio Pérez y, el menor de ocho hermanos.
Para el año 1913, se mudó con su familia a una finca que compraron en el caserío Caricuenca, ubicada en San José de Bolívar, municipio Francisco de Miranda y desde entonces, su vida transcurrió en ese pequeño poblado que lo adoptó como un “riobobero” más.
En la época colonial, San José de Bolívar fue conocido con el nombre de Río Bobo, término que, según Horacio Moreno (historiador del pueblo), proviene de la mala transcripción de la palabra indígena “Badú” y a raíz de la cual, surge el gentilicio “riobobero” o “riobobense”.
Juan Vicente fue creciendo en “el pueblo de las aguas” y trabajando junto a su padre y hermanos en la finca de la familia. Cuando cumplió 10 años comenzó a estudiar en la escuela de la localidad pero, solo por un mes, pues la maestra enfermó. Juan, escasamente pudo aprender a firmar y a leer, gracias a un libro que le regaló esa mujer.

Al cabo de un tiempo, comenzó a trabajar en la aldea Los Paujiles, donde conoció a una joven llamada Ediofina García. Entre su timidez y discreción, poco a poco la conquistó, la hizo su novia y dos meses después le pidió matrimonio. A los días, se casaron por la iglesia.
“El matrimonio de don Juan Vicente se dio en Queniquea, el padre Moncada los casó”, comentó Juan Antonio, un amigo de la familia que actualmente está escribiendo un libro sobre “don Vicente”.
“En esa época no había carretera y se fueron todos los miembros de la familia y los novios en caballo hasta Queniquea para casarse”, agregó.
Una vez tuvieron la bendición de Dios, que los consagraba como marido y mujer, se fueron a vivir a la aldea Los Paujiles –donde se conocieron- y allí, nació su primer hijo.
“Para ese entonces, en San José solo había unas seis o siete casas, casi todo el mundo vivía en el campo, casi nadie vivía en el pueblo”, comentó Juan Antonio.
Así que, entre trabajos con cultivos y animales, Juan Vicente reunió el dinero suficiente y se compró una finca en el caserío Caricuena, allí hizo su casa. Fruto de su amor con Ediofina, nacen seis varones y cinco hembras.
“Él siempre fue un hombre de campo, hasta que un día, decide vender su casa y trasladarse al pueblo. ‘Don Vicente’ fue un hombre de la caña, del tabaco, del jornal diario, del coloco y de la panela sobre todo”, enfatizó Juan Antonio, agregando que Juan Vicente nunca practicó la ganadería de altura.
Hace 24 años don Vicente perdió a Ediofina, su compañera de vida. Ese, fue un golpe muy duro para él. Desde entonces, sus hijas le han acompañado y juntos, pese a las dificultades, han salido adelante.
“Dios se olvidó de mí, yo he sufrido tanto. Se ha ido mi esposa, he visto morir a mis hijos, todos mis hermanos, toda mi familia y aquí estoy yo”, dijo Juan Vicente para un video familiar grabado en el año 2017.
“No es que Dios se olvidó de usted, sino que Dios le tiene una misión, usted es un misionero”, le responde Jhosman García, uno de sus nietos, para intentar animarlo y eliminar esos recuerdos tristes de la mente de su abuelo.
Pese a su edad, don Vicente tiene una memoria excepcional. “Habla de las ferias a las que los llevaba su padre de la mano, eran ferias diferentes, más que todo de índole religioso; don Vicente es el reflejo de nuestros abuelos”, expresó Juan Antonio.
“‘Tío Vicente’ cuenta que trabajó en la construcción de la carretera que va desde San Cristóbal hacia San José de Bolívar”, dijo su nieto Jhosman.
Su nieto asegura que no todas las historias de Juan Vicente incluyen buenos recuerdos.
Juan Vicente vio evolucionar a San José de Bolívar durante todo el siglo XX, presenció hechos, anécdotas y acontecimientos importantes. Él vio la historia del pueblo y recuerda cada figura que pasó por allí; incluso él, se ha convertido en un personaje más de esas tierras tachirenses.
“Él es el reflejo del campesino de antes que ya no existe, el hombre del jornal diario, entregado a su familia, de sombrero y que, hasta que tuvo la oportunidad de ir a misa, lo hizo, no como obligación, sino como una devoción”, añadió.
Don Vicente es descrito como un hombre tradicional, un campesino común que nunca pretendió involucrarse en temas políticos o figurar en ningún aspecto de la vida pública y, que ahora resalta por su edad, su forma de ser y su crianza a la familia.
“Tío Vicente” no conoció el reloj, aprendió las horas leyendo el sol; es un hombre rural, cauto y sencillo pero con un corazón noble y lleno de amor. Él ha mantenido siempre su respeto y devoción hacia Dios.